Frankenstein, no Víctor (el doctor), sino al monstruo creado
siempre se dibuja con una cicatriz en el cráneo, esa es la marca de la
craneotomía y cual creación de Frankenstein, salí después de la operación con
una memoria casi en blanco, molesta y confundida.
No sabía ni cómo entrar a Facebok ni mucho menos mi clave.
Recuerdo que me preguntaban y no me la sabía. Es saber que tienes esa
información de un lado de la cabeza pero no sabes decirlo, pero ahí esta. Ya me
la sé, un día me senté y me la sabía. Demasiado simple para el momento, pero
demasiado complicado para la época.
Recapitulo para los que llegaron tarde: “El 29 de marzo iba
a Maracaibo. Camino hacia el Aeropuerto de Maiquetía, un punzante dolor de
cabeza me hace volver a la misma Sala de Emergencia en el Centro Medico Docente
La Trinidad. Otra vez hospitalizada. El médico tratante dice que hay que
operarme con urgencia. Es decir, cuatro meses después del ACV hemorrágico.
Podía ser una malformación venosa, pero resultó un tumor”.
Imagina despertar en una camilla, todo en blanco y que no
sientas una parte de tu cuerpo. Yo estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos
(UCI), mi pie izquierdo le daba patadas al derecho pa´ ver si reaccionaba.
Sentía que estaba muy pesada, más que cuando hacía comilonas decembrinas. Mi
cuello tenía cinco conexiones tomadas de mi arteria. Mientras, soñaba con la
película “El gran hotel Budapest”, con la chica que preparaba dulces. Lo soñé
una y otra vez mientras estaba allí, entubada.
No sabía contar a nadie lo de “El gran hotel Budapest”, me
reía tanto que ya se me olvidó. De vez en cuando no sé qué estoy diciendo. Un
día estaba comiendo con mi mamá en la calle, y le dije “lesbiana” en vez de
“comida”. En “lesbiana” ni siquiera estaba pensando, pero ajá, pasa. También me
pasó con un amigo que lo llamé “Chivo” y “Albahaco” (en vez de Algimiro) y le
explicaba que me inyectaron una “página web” el día de la resonancia, en vez de
decir que me inyectaron un “contraste”. Ni siquiera imagino decir la tabla del
8 sin equivocarme (mentira, antes de la operación tampoco podía, pero ahora
tengo una excusa creíble).
Así como Moisés (mi novio para la época) me preguntaba a
cada ratico como se llamaba él, y yo siempre le decía (sin querer) Juan (mi
exnovio). Ahora son dos exnovios, espero llamar por su nombre al próximo. Mi
memoria hacía malas jugadas. A Génesis y a Bárbara les decía Litobar (una amiga
de Maracaibo). Pasó al tiempo y comencé a llamar a cada quien por su nombre. Me
veía en el espejo, y tenía escrito: “mujer, anda y camina”.
Mamá pegaba papelitos en todos lados para recordarme como se
llamaban las cosas. Mi hermana me decía que no me desesperara, que lo tomara
como un juego de adivinanzas, yo decía algo y los demás trataban de adivinar.
Me sentía como la protagonista de “Como si fuera la primera vez”, donde a raíz
de un accidente ella tenía amnesia o memoria corta (de 1 solo día). Bueno, así
era yo más o menos.
Van seis meses de operada. Con mi ojo izquierdo ya veo
perfecto, antes ver por allí era un problema. Me cuentan que cuando lo abría,
miraba pa’ todos lados al mismo tiempo. El ojo derecho normal. Todo se quita
con el tiempo. A la hora de leer, leo lento. Pasará lento, pero pasará.
El dedo gordo de mi mano derecha se mueve más lento y cada
cierto tiempo. Se mueve de 4 a 5 veces.
Le pido el movimiento en la mañana, pero se mueve en la noche. Eso es un avance
grandísimo, que pa’ vos debe ser una tontería. Cada día la reacción es un poco
más rápida. Ya no se mueve como un robot, se mueve lento pero se mueve bien.
Cuando me pidieron que le dijera al brazo derecho “muévete” no me creí mucho el
cuento. Comencé a decir “muévete” cuando se movió por primera vez.
Consciente y orientada, hoy me siento optimista. Descubrí
que el monstruo de Frankenstein no era yo, sino lo que llamaban incapacidad,
así que decidí ganarle:
Me propuse caminar y lo estoy haciendo.
Me propuse hablar mejor y lo estoy haciendo.
Me propuse leer y lo estoy haciendo.
En la computadora escribo con mi mano izquierda, ahora soy
zurda. Claro, mientras vuelve mi mano derecha.
“Paciencia” es la palabrita que al parecer no conozco. ¿Qué
más paciencia pueden ser seis meses en hemiplejia? Ninguno en mi grupo de
amigos conoce a alguien similar a mi caso. No sabía lo que eso podía
significar, hasta que me sentaron en una silla de ruedas nuevecita. Me dieron
varios ataques de pánico cuando me sentaban allí. Estar en discapacidad
temporal o no, es sumamente difícil de aceptar, pero toca hacerlo para seguir adelante. Ya no uso silla de ruedas,
la dejé a los dos meses. “Discapacidad” no creo que sea la forma adecuada, todo
lo contrario, se posee capacidad y que jode, por eso debería llamarse “En
capacidad”. En grupo se puede vencer más rápido a ese monstruo. Con tu esfuerzo
y el de los tuyos, todo es posible.
Si conoces a alguien que haya tenido hemiplejia o hemiperasia,
llámalo. Dile: “mujer (u hombre), anda y camina, que estoy al lado tuyo, por si
te tienes que volver a levantar”.