domingo, 31 de enero de 2016

“No podía usar mi zapato y resultó ser un tumor cerebral”: Caso especial de Elizabeth Alfonzo

Elizabeth, en una de sus primeras caminatas, hace algún tiempo. Foto: Cortesía

Me sentía completamente sola aunque vivía acompañada, cuando cumplí seis meses de operada, no conseguía a nadie que ni en Facebook ni en (mi) tierra estuviera tipeando con una mano. Al parecer era la única que tenía hemiplejia, pero me equivoqué, porque desde ese momento he conocido a una cantidadimpresionante de personas que ahorita están pasando por lo mismito que yo. La primera persona que se me presentó fue la Sra. ElizabethAlfonzo, quien es venezolana, con una familia hermosa con su esposo y dos hijas. Todo comenzó cuando sin razón alguna, se le salía el zapato izquierdo. No es un chiste ni problemitas psicológicos, al tiempo, resultó un tumor cerebral del tamaño de una pelota de golf. Elizabeth estuvo allí para alentarme y darme fuerzas para continuar en esto. Sólo le duró tres meses en recuperarse, pero le quedó un problema en el pie.
En julio del 2013 Elizabeth iba haciendo la mudanza de Puerto La Cruz a Caracas. Al llegar, perdía su zapato al caminar: 
“Mi motivo principal era que se me sale el zapato al caminar. Consulté traumatólogos, neurólogos, neurocirujanos, especialistas en pie, fisioterapistas y nada. Me hice muchos exámenes. Nada. Me pincharon muchas veces. Fui a la ortopedia, me colocaban bandas dekinesiotape para estirar tendones del pie y pierna. Me hicieron masajes tanto manuales como con máquinas especializadas. Acupuntura en la pierna y el pie. Mi esposo decía que mi problema era psicológico y era un trauma. Duré aproximadamente cuatro años en esto y no había explicación a mi problema del pie. Soy mujer y quiero bailar, quiero usar todos los zapatos modelos y colores que cualquier otra mujer lo hace”.
Un doctor decidió hacerle una resonancia magnética pero Alfonzo jugó con los resultados: “Taché en el espacio de estudio cerebral en lugar de columna. Abro el sobre y el radiólogo diagnosticameningioma. Llegué a la casa y comienzo a investigar. Allí descubro que es un tumor cerebral”.
Buscó otros doctores pero no había otra salida: la operación y extraer ese monstruo. Entró a operación y salió con hemiplejia izquierda (no movía el lado izquierdo de su cuerpo).
Elizabeth decidió esforzarse para trabajar en sus terapias. Foto: Cortesía
“Los doctores me dijeron que es una operación fácil. Nadie me alertó del riesgo que estaba corriendo y peligro de mi operación. La única persona que llevaba la cruz de las consecuencias del tumor cerebral era yo. Cuando desperté en cuidados intensivos, vi dos veces a José Gregorio Hernández. Siento malestar en mis piernas y me percato que no puedo mover la pierna izquierda, ni mi brazo izquierdo. Mi cuello se balanceaba de un lado para otro y mi mano 100% cerrada en un puño sin poder abrirla. Lloraba mucho, entendí rápido que esto no me podía estar pasando a mí. Pasé a la fase de rabia y dolor. Reclamé muy fuerte al doctor, que había sido engañada”, afirma Alfonzo.
Su esposo hacía logística de cama especial, su tobillera, su férula, una silla de ruedas, una andadera, varios bastones. Un estacionamiento de accesorios para rehabilitación. A Elizabeth le tocó fuerte y duro. Entró con pelo y salió ‘coco raspao’, con 58 grapas en la cabeza. No podía ni siquiera ir a la cocina, tenía una silla poceta, usaba pañales y se bañaba sentada.
“Ya era lunes y mi esposo dice ‘voy a trabajar, ni modo. Hay que trabajar’.
Algo despertó en mí y a partir de ese lunes también dije‘voy a trabajar. Ya no más lágrimas
. Así que cada orden que me daba en la terapia la cumplía. Me costaban mucho, pero colaboraba. No podía para nada caminar descalza”.
Tan increíble es Elizabeth, que cuando se iba a quitar las grapas agarró su andadera, dejó su silla de rueda y quería demostrarle al doctor que ya no tenía nada. Tres meses después de la operación (12 octubre 2013) hizo mudanza total porque su esposo estaba transferido fuera del país, y ya ella manejaba su propio carro. Claro, su afección fue el lado izquierdo porque su tumor era del lado derecho. Su brazo derecho y su pierna derecha hacían todo el trabajo. Llevando consigo la rigidez de su cuerpo, el estrés de no ser la misma, tratar de no ser una carga para nadie. Su ciudad nueva era diferente.
Han pasado dos años, su pie no está igual y no puede caminar bien aun: “Mi cuerpo ha reaccionado en un 75%. Darle tiempo al tiempo, todo ayuda. El ejercicio, la música y la lectura”.
Como psicóloga que es, toma en cuenta que el ser humano es bio-psico-social. La terapia y el ejercicio contribuyen positivamente a la estabilidad mente/cuerpo y en lo social debemos dejar a un lado el aspecto de agresión y desconocimiento.
Elizabeth me alentó a no rendirme, conocí a la Súper Mujer Maravilla que es, y le agradezco los mil y un consejos que me ha dado.
Elizabeth se muestra como la Súper Mujer Maravilla que es
Fabiana Fuentes

“Adiós 2015 y bienvenido 2016: Perspectiva de una chama que tenía un tumor cerebral”: Fabiana Fuentes

Fabiana Fuentes
Fabiana Fuentes
Santa sin plata ni un real (como dice la gaita sobre Cabimas), fue la nota que encontré debajo del arbolito (escrita por él mismo).
Agarré la nota y le escribí: Santa, gracias por responder.
Si tienes menos de 10 años, puedes leer hasta acá, porque vienen “spoilers”.
SPOILER DE NAVIDAD 1: Santa es… tu papá, tu mamá, tus abuelos, en fin los que te quieren incondicionalmente. No importa si tienen para un regalo o no, tendré su mano amiga allí.
SPOILER DE NAVIDAD 2: La última vez que escribí usaba un bastón de cuatro puntos, ahora uso uno de un punto que me prestó la Fundación Bandesir por el tiempo que sea necesario (si, no es como las materias, en este caso, cuando llegue a 0 puntos, podré correr nuevamente, en el caso de una materia, tendría que repetirla). Estoy archirecontracontenta. Primero usé silla de ruedas, luego una andadera, después un bastón de cuatro puntos y finalmente, un bastón de un punto. Si, vivo a medio caer con ese bastón de un punto, pero si me caigo me levanto y listo. Es genial porque ya estoy que lo dejo.
Ya me despido de este año, que no me dejo una buena suegra, ni una burra negra, ni una yegua (dios, las gaitas clásicas son para mi más navidad que una nieve que solo veo en televisión). Me dejó medio paralizada del cuerpo, 150% activa en lo emocional y un 500% en solidaridad recibida. Pero lo mejor, me dejó 1.000.000% optimista que este año 2016 será mejor, porque yo seré mejor.
Ahora comparto mis resoluciones del próximo año (esas promesas que uno hace y que como un boomerang se devuelven en marzo, agosto y noviembre para darnos en los dientes si uno no las cumple):
RESOLUCIÓN 1  : Reír mucho más, reír a rin pelao, la verdad, fue porque hace unos días me quitaron los frenillos, así que a mostrar esas muelas todo el año que viene.
RESOLUCIÓN 2: Maquillarme más (yo sola, con mi mano izquierda) aunque ahorita quedo como un cuadro de Picasso, mis ojos hacen temblar al Guernica, o a los relojes derretidos de Dalí. No importa, aunque me moche una oreja como Van Gogh me maquillaré yo sola (además, para peluquería no me alcanza).
RESOLUCIÓN 3: Sólo babearme si alguien en su bondad me regala un pote de Nutella, juro babearme y mover la cola, pero solo en ese caso, en el resto, espero poder aprender a controlar la mitad de mi labio de nuevo. Menos por el Nutella, ya saben, si existe una alma caritativa… entendieron la indirecta?.
RESOLUCIÓN 4: Hacer y continuar haciendo para cambiar el destino que me encontró en abril del 2015. Continuar con las terapias, con la ayuda de mi familia, espero poder mover el pie pronto, y continuar hasta recuperar el todo, agradeciendo porque ahora tengo otro punto de vista sobre cosas que parecen tan sencillas como caminar, comer, sonreír, pero que uno extraña cuando no puede hacerlo.
¿Qué más puedo pedir? Por lo menos me fue mejor este año que a Miss Colombia
Nos vemos 2016.
Fabiana Fuentes

Actitud ante mi muerte: Fabiana Fuentes


Hace un mes me enteré que el día de mi operación se pensaba que me “quedaba” uno o dos años de vida por lo que parecía el peor tumor. Ya me operé, claro está. Lo dijo el neurocirujano en Caracas y me lo dijo de frente. Creo que guardarme el secreto antes de la operación es chimbo. Ahora tengo las cosas mucho más claras. Tenía un rollo tan grande en la cabeza que era más grande que el tumor. Si yo en ese momento me hubiese enterado que iba a quedar toda jodida del lado derecho, igual habría aceptado.
Me gradué en Comunicación Social mención Audiovisual hace un año acá, en Maracaibo. El tumor estaba -irónicamente- en el lugar de la comunicación. Ahora bien ¿qué pasa si no me hubieran operado? ¿al año me muero y ya? ¿iría aumentando la jaqueca y lista, me voy? ¿y si me hubiera sacado solo un poquito de tumor? Lo mío fue de menor grado, tipo primario o benigno, sino me estaría haciendo radioterapia y quimioterapia. Igual, tomar el cien por ciento de mi tumor pinta mejor aunque venga con hemiplejia.
Recuerdo cuando produje mi documental justo para graduarme sobre la actitud del venezolano ante la muerte, pero como cualquier problemita en tesis, se borró. Lo comencé en honor a mi padre, que siempre se burló de la muerte tipo Quino, hasta que le tocó la suya a sus 64 años. Yo tenía 19 años. Unas entrevistas grabadas en Caracas, otras en Mérida y finalmente en Maracaibo. Entrevisté a Otrova Gomas, Toto Aguerrevere, Ronny Velásquez, Nelson Garrido, José Tomas Angola Heredia, Andrés Levell, todo se perdió, todito. Yo quedé devastada, traicionada. Me daba pena hablar con papá (si, aunque ya estaba muerto) y decirle que todo se había borrado. Ya no importa. Ya me gradué pero lloré mucho. Muchísimo. Infinito.
Cuando grabé el documental, todos los chamos que entrevisté se burlaban de la muerte, no le temían; sin embargo, los ancianos, de más de 70 años, que ya en teoría vivieron su vida, estaban aterrados por la misma. Curioso ¿no?
Yo era la muerte y bien gracias que “era”. Creo que todo eso que se me borró no fue casualidad (quizá sí, muy mala casualidad). Jamás pensé que tenía un tumor cerebral. A mi papá le hubiera dado un yeyo. Yo me siento más viva que nunca. Veo las cosas diferentes. Sobreviví.
Siempre gana el segundo.
La vida es hoy, en presente. No hay que aferrarse al pasado (aunque es difícil no hacerlo). Aún trabajo en eso. No se debe perder tiempo en tonterías. Se trata de estar vivos. De vivir. Ya definitivamente, no es mi documental ante la muerte. Es ante la vida. Lo que aprendí es que uno nunca está preparado para irse de esta tierra. Y si, existen muchas situaciones que te dan miedo. Pero la vida trata de enfrentarlo. Y hacerse cada vez más fuerte.
Reinventarse.
Fabiana Fuentes

Conectando neuronas: Fabiana Fuentes

Frankenstein, no Víctor (el doctor), sino al monstruo creado siempre se dibuja con una cicatriz en el cráneo, esa es la marca de la craneotomía y cual creación de Frankenstein, salí después de la operación con una memoria casi en blanco, molesta y confundida.
No sabía ni cómo entrar a Facebok ni mucho menos mi clave. Recuerdo que me preguntaban y no me la sabía. Es saber que tienes esa información de un lado de la cabeza pero no sabes decirlo, pero ahí esta. Ya me la sé, un día me senté y me la sabía. Demasiado simple para el momento, pero demasiado complicado para la época.
Sabía que muchas personas estaban pendientes de mí, pero no tenía idea de la cantidad. Muchísimas gracias a todos los que estuvieron pendientes. Gracias a aquellos que rezaron por mí.Gracias por sus buenos deseos y energías. Gracias a todos. Gracias por todo.
Recapitulo para los que llegaron tarde: “El 29 de marzo iba a Maracaibo. Camino hacia el Aeropuerto de Maiquetía, un punzante dolor de cabeza me hace volver a la misma Sala de Emergencia en el Centro Medico Docente La Trinidad. Otra vez hospitalizada. El médico tratante dice que hay que operarme con urgencia. Es decir, cuatro meses después del ACV hemorrágico. Podía ser una malformación venosa, pero resultó un tumor”.
Imagina despertar en una camilla, todo en blanco y que no sientas una parte de tu cuerpo. Yo estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), mi pie izquierdo le daba patadas al derecho pa´ ver si reaccionaba. Sentía que estaba muy pesada, más que cuando hacía comilonas decembrinas. Mi cuello tenía cinco conexiones tomadas de mi arteria. Mientras, soñaba con la película “El gran hotel Budapest”, con la chica que preparaba dulces. Lo soñé una y otra vez mientras estaba allí, entubada.
No sabía contar a nadie lo de “El gran hotel Budapest”, me reía tanto que ya se me olvidó. De vez en cuando no sé qué estoy diciendo. Un día estaba comiendo con mi mamá en la calle, y le dije “lesbiana” en vez de “comida”. En “lesbiana” ni siquiera estaba pensando, pero ajá, pasa. También me pasó con un amigo que lo llamé “Chivo” y “Albahaco” (en vez de Algimiro) y le explicaba que me inyectaron una “página web” el día de la resonancia, en vez de decir que me inyectaron un “contraste”. Ni siquiera imagino decir la tabla del 8 sin equivocarme (mentira, antes de la operación tampoco podía, pero ahora tengo una excusa creíble).
Así como Moisés (mi novio para la época) me preguntaba a cada ratico como se llamaba él, y yo siempre le decía (sin querer) Juan (mi exnovio). Ahora son dos exnovios, espero llamar por su nombre al próximo. Mi memoria hacía malas jugadas. A Génesis y a Bárbara les decía Litobar (una amiga de Maracaibo). Pasó al tiempo y comencé a llamar a cada quien por su nombre.
Mamá pegaba papelitos en todos lados para recordarme como se llamaban las cosas. Mi hermana me decía que no me desesperara, que lo tomara como un juego de adivinanzas, yo decía algo y los demás trataban de adivinar. Me sentía como la protagonista de “Como si fuera la primera vez”, donde a raíz de un accidente ella tenía amnesia o memoria corta (de 1 solo día). Bueno, así era yo más o menos.
Van seis meses de operada. Con mi ojo izquierdo ya veo perfecto, antes ver por allí era un problema. Me cuentan que cuando lo abría, miraba pa’ todos lados al mismo tiempo. El ojo derecho normal. Todo se quita con el tiempo. A la hora de leer, leo lento. Pasará lento, pero pasará.
El dedo gordo de mi mano derecha se mueve más lento y cada cierto tiempo. Se mueve de  4 a 5 veces. Le pido el movimiento en la mañana, pero se mueve en la noche. Eso es un avance grandísimo, que pa’ vos debe ser una tontería. Cada día la reacción es un poco más rápida. Ya no se mueve como un robot, se mueve lento pero se mueve bien. Cuando me pidieron que le dijera al brazo derecho “muévete” no me creí mucho el cuento. Comencé a decir “muévete” cuando se movió por primera vez.
Consciente y orientada, hoy me siento optimista. Descubrí que el monstruo de Frankenstein no era yo, sino lo que llamaban incapacidad, así que decidí ganarle:
Me propuse caminar y lo estoy haciendo.
Me propuse hablar mejor y lo estoy haciendo.
Me propuse leer y lo estoy haciendo.
En la computadora escribo con mi mano izquierda, ahora soy zurda. Claro, mientras vuelve mi mano derecha.
“Paciencia” es la palabrita que al parecer no conozco. ¿Qué más paciencia pueden ser seis meses en hemiplejia? Ninguno conoce a alguien similar a mi caso. No sabía lo que eso podía significar, hasta que me sentaron en una silla de ruedas nuevecita. Me dieron varios ataques de pánico cuando me sentaban allí. Estar en discapacidad temporal o no, es sumamente difícil de aceptar, pero tocahacerlo para  seguir adelante. Ya no uso silla de ruedas, la dejé a los dos meses. “Discapacidad” no creo que sea la forma adecuada, todo lo contrario, se posee capacidad y que jode, por eso debería llamarse “En capacidad”. En grupo se puede vencer más rápido a ese monstruo. Con tu esfuerzo y el de los tuyos, todo es posible.
Si conoces a alguien que haya tenido hemiplejia o hemiperasia, llámalo. Yo quiero información para poder contactarlo, mi correo es soyfabianafuentes@gmail.com.
Fabiana Fuentes

“Estoy igualita a Robocop”: Fabiana Fuentes venciendo la adversidad (Salió en NAD)

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Un choque en la autopista, llego al sitio y hay una muchacha sin una pierna. Una bebe bella, sin pierna. Una señora llegó en muletas porque no tenía sus dos piernas. Un don le faltaban sus dos piernas, su esposa le ayudaba a ir al baño. Lo mío parece mínimo.
Tener hemiplejia y hemiparesia derecha no es nada. Tienes tus piernas y tus brazos completos. Total eso ahorita se quita, bien 6 meses, bien dos años. Pero se quita. Yo voy por 5 meses. Lo mío es mínimo comparado con eso.
Resulta que todo el mundo aquí tiene algo -ó mejor dicho, no tiene- y es súper normal. El que me atendió, chamito, le falta una pierna y al doctor le faltan dos piernas. Pero ambos están caminando sin nada, nadita en las manos, con sus prótesis.
Me toca pasar. Hay como un escalón adentro en la sala, por donde suben las personas tristes y salen contentas. Se montan sin piernas y salen con sus dos piernas de mentiras, felices. En el escalón se sientan como fastidiados pero se sienten triunfadores con esas piernas nuevas y las suyas en el cielo.
La bebé, solo con una pierna se ríe, mira fijamente y se vuelve a reír. Le falta una pierna pero allí no falta nada.
Me toca esperar en el cuarto. Siempre me acuerdo que en el Centro Médico Docente La Trinidad está Luis, mi terapista, y cada semana le digo que me explique cómo se despierta alguien de la hemiplejía. Él me dice que sientes un hormigueo por ratos, luego sientes lo mismo pero mas fuerte, y finalmente, ya tienes dos brazos y dos piernas enteritos. Yo tengo mi brazo y mi pierna sanos. Mi brazo esta normal, se mueve con la otra mano y todo. Hay gente que se les pone mucho más rígido. Hay gente que tiene su brazo torcido hacia dentro o no puede bajar el brazo porque se devuelve. A mí nunca me ha pasado. Brazo derecho normal.
De vuelta a la ortopedia, en mi cuerpo desde abajo iban cinco cosas en todo mi lado derecho. tres para el brazo, dos para la pierna. Igualita a Robocop.
Me puse mal. Caminaba mal. Caminé con los pies cortos y caminé choreto. Fue duro. Fue horrible. Espantoso.
Lloré.
El ojo derecho llora y no lo siento, pero sé que está llorando. Igual sudo a montones del lado derecho, y por el izquierdo no pasa nada. Es como si el derecho mandara, hiciera lo que le viene en gana. Pero lento. Lo que cubre mi rodilla se siente raro. Toca y listo. Pero molesta.
“¡Santa cachucha! Tienes papel tóale en el brazo“, dijo el peruano, mi terapista favorito.
Mi pulgar derecho se movió por 30 segundos.
“Gracias por su gran poder de sanación “, dijo mamá al ver el movimiento.
Y se movió el índice un segundo.
Ay santo.
Fabiana Fuentes

Regresó nuestra Fabiana Fuentes (Hola)

Volví y esto fue escrito por mi el 14 de septiembre del 2015 para noticiaaldia.com. Acá va:
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Tumor cerebral, lado izquierdo.
Era domingo y ya estaba a punto de irme a Maracaibo. Dolor de cabeza, fatiga y mareo. De vuelta a Caracas.
Al otro día me dijo el doctor que era un tumor cerebral. No me lo creía. No dolía tanto. No afectaba tanto. Lo cierto es que me debían operar lo antes posible, o sería peor. Mi familia vino a Caracas. Una despedida y pa’l quirófano. Nerviosa, pero pa’l quirófano.
Salí viva de esa operación. Solo viva. Me sentí terrible. Mi lado izquierdo de la cabeza estaba rasurado y tenía grapasen la piel. Sentí que algo pasaba (o no pasaba) en mi espalda, en el lado derecho. Duré en cuidados intensivos cinco días. Estaba hinchada, con parálisis facial. Ojo derecho cerrado. Diagnóstico: hemiplejia derecha.
Hospitalizada medio mes.
No sentía el lado derecho, pero pa’ lante. Comí pollo (era vegetariana) y ni me di cuenta. A todos los llamé por dos nombres: a una amiga desde chiquitas de Maracaibo, a un amigo (mi exnovio). Llamé a mi mamá, y a mi papá, quien murió hace tres años. Hablaba cortico y hablaba mal. Decía “¡apaga cortinas!”, cuando me refería a que apagaran la luz. Decía “yum, yum” cuando quería comer.
No podía leer, menos escribir. Tenía las venas rotas por tantas medicinas. Catéter en mi cuello. Del lado izquierdo sentía, del lado derecho no. Tuve una sonda en la vejiga por 21 días. Al 22, hice pipí sola.
Desde que salí, ya no tengo tumor.
Me sentaron en la silla de ruedas. No sentí nada, ni cuando me inyectaron en el cuello. Me caí y me rompí la cabeza. Otra vez. Se hicieron círculos de oración en mi nombre. La cosa fue en abril y ya es septiembre. Ya no necesito la silla de ruedas. Uso bastón (por ahora). Ya han pasado casi cinco meses desde de la operación. Cinco meses. Ya veo mejor, mucho mejor. Mi brazo aún no avisa. No se siente. Es como tenerlo dormido. Los pies están bien, dentro de lo que cabe.
Sigo en Caracas, ya falta menos.
Hay dos opciones: te dejas llevar hundiéndote o mandas todo a la mierda y sigues intentándolo. Soy más de la segunda.
Soy Fabiana Fuentes y aún falta mucho trecho, pero seguiré intentando.
Pronto espero escribirles con mi otra mano.

Mondongo de letras ( 7 / 06 / 2013 )


Sigo la ruta de siempre, la misma avenida colapsada por el diluvio digno de Noé y su arca, lástima que yo no venía en parejita, y me quede abajo a la buena voluntad de un carrito por puesto que llevase mi emparamado cuerpo con solo 3 bolos a la universidad más esperada del 5to año, por la que rayamos 3.000 bolitas de grafito en una prueba interminable, y la que nos dijo “Vas a ser geofísico, médico, o letrista”, y gratis.

¿Cómo perder ese chance después de tanto insistir?
Cuando entro a URBE, entro en un lapsus existencialista. Me siento rara al no tener mis bubis postizas, y ni traserito acolchado, no ser modelo sobrexplotada de traje de baños, al no poder teclear más de 100 “Act.” por segundo, y sin padecer del síndrome de “cogote pa’ bajo”, que no permite despegarse del Blackberry, haciendo de los labios y miradas rasgos más intrigantes que el contenido de una salchicha.
Tan fuera de pote, busco una mano amiga que me convenza de mis correctas decisiones, redirijo mí pasito al lugar más concurrido del recinto, favorito de las damiselas: los baños, tan limpios y provocativos que hasta puedes comer cereal en los lavamanos.
Me consigo con una chica menudita, con el típico fenotipo comunicacional de nuestra era, que conocí alguna vez en la cola del baño del Sambil en un arranque de brollerismo intenso.
Ahora, con su flequillo, tacones y mucho rubor a las 7am, te la vuelves a encontrar en los finos balnearios de Urbe, claro está, estudiando comunicación social, entonces te pregunta con el acentito caraqueño de novela de las 9: ¿y tú que estas estudiando chama?
Siempre evado esta pregunta, sobre todo, cuando bien conozco las reacciones tan peculiares de algunos colegas futuros comunicadores al dar como respuesta: Estudio periodismo en URBE, y letras en LUZ.
Cabe destacar, que ese veredicto es la evolución del: “estudio periodismo y letras”, pues la mayoría creía que me refería a una rama antiquísima de la comunicación social que la gente estudiaba cuando no existía la televisión, entonces me tenía que detener por el peso de una moral culposa a explicarle que se trata de dos licenciaturas completamente diferentes.
Por lo menos, los de ingeniería se hacen los locos, y medio avergonzado por su falta de cultura humanística, pero los de comunicación activan la alarma de “raro espécimen frente a ti, peep, peep, peep” y momentáneamente, el síndrome del cogote pa’ abajo la libera para scannearte el outfit que llevas puesto, comenzando a balbucear comentarios sin sentido.
“Si chama, Letras, ya sabes, la ciencia que estudia los fideítos ABC que tu abuelita le ponía a la sopa”.
¿Qué materias vemos? Te explico, algo así como Estudio y Comprensión de la A I, Introducción a la B, Metodología de investigación de la C, Análisis de las Sopa de Letras, Realización de letras gorditas para regalar, Desarrollo de habilidades para hacer medallitas en forma de letras, etc.
Ver la expresión crédula de los preguntones, se siente como comerse una torta de chocolate con ariquipe y cuatro bolas de helado después de hacer dieta por una semana, para chuparse los dedos.
Pero, al final te viene el remordimiento y sientes como tu cuerpo asimila cada una de las calorías, y los 500gr perdidos, se convierten en kilo y medio ganado, la preocupación por lo que dirá la prensa de esta generación saliente me agobia, donde prótesis más grandes sean noticia, y descubrir América en un vaso de agua sea la novedad impélable de la semana.
No pido que usen su cerebro, sólo que busquen en Google, mientras tanto me sigo vacilando a los conformes con mi respuesta, seguros que soy una verduga en caligrafía Palmer.
El 99.9% de los chicos que entran a Letras son médicos frustrados, quieren ser ingenieros o mueren por un título de abogado, posiblemente, el sistema de asignación de cupos estaba viendo el Miss Venezuela cuando corrigieron la prueba de actitud académica de estos estudiantes, su despampanante belleza cautiva a cualquiera, pero esta vez, se cautivaron mucho y muy a menudo.
Mis secciones en Letras son de cuatro estudiantes, mis secciones en comunicación social son de 70 estudiantes. Pertenecer al 0.1% no es tarea fácil, pero mientras haya sopa, fideos y yo siga echándoles el cuento, hasta Mafalda querrá estudiar letras.
Fabiana Fuentes

Yo sí lloré a la periquita Julieta que murió de calor en Maracaibo ( 7 / 06 / 2013 )

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¿Qué le envidia la periquita Julieta al elefante asesinado por el rey de España? La corona, su epitafio, y el número de flores que recibieron en la urna.
Además, por supuesto, del placentero cliché de aparecer en todos los titulares aun después de muerto, el elefante pasó a la posteridad dentro de la prensa rosa y los walls más ambientalistas del Facebook, suvenires, líneas de ropa inspiradas en su trompa, páginas enteras escritas por su nombre y un centenar de lágrimas cayendo del enojo… Mientras la escueta y flacucha Julieta queda en el olvido tras los barrotes de una jaula marabina, no tiene quien la llore.
Hay dos culpables bien diferenciados: el rifle monárquico, y el calor endemoniado –que por cierto, tanto escándalo por la disco El Purgatorio, y con estas lenguas de fuego a 46º, Maracaibo es el propio infierno- Ambos son seres vivos, ambos murieron de forma injusta.
El elefante forma parte de aquella fauna y la periquita Julieta, por mucho que sea importada de Australia, forma parte de la nuestra  y si es tan nuestra ¿Por qué no consternó a las causas ecologistas de nuestro estado? ¿Por qué no sacudió los muros del Facebook? ¡El calor está matando a Raimundo! No murió de un infarto, murió de un yeyo producto del cambio climático que está azotando la ciudad, y del cual todos somos culpables, incluyendo los cepilladeros.
Y, si nosotros no queremos/ apreciamos/ defendemos a nuestros animalitos ¿Quién lo hará? Yo, el Chapu… ¡No, pana! No te burles de “Caracas, Ciudad de Despedidas” si “te irías demasiado”.
Hoy, a las 6am me asomé por la ventana, y no vi buchones ni vi zamuros, vi smog… un manto de polución arropaba a mi Lago, mientras yo sólo observaba sumida en mi Corn Flakes con leche, y Café CNN.
¿Será que pondremos manos a la obra por la periquita Julieta y soltaremos la gorrita del difunto elefante aristócrata?
Fabiana Fuentes

Crónica: Mi primer sueldo, la inflación y yo ( 12 / 09 / 2011 )


Caí en el encanto de su mirada, su piel, su olor, su expresión tan profunda y sus facciones  aterciopeladas, brillantescas, tan provocativa como el aroma que desprende la mantequilla en una sartén caliente.
Me sedujo irreparablemente como la sonajera de una cascabel atonta a su víctima. Apenas nuestros ojos se encontraron, ya moría por tenerlo entre mis brazos para nunca jamás dejarlo ir, petrificarnos eternamente en un roce sagrado.
Una miniatura peligrosa, el cuarto de una hoja carta, quizá menos. Estaba embelesada por su perfectísima silueta, incluso, mis oídos se hicieron sordos ante las instrucciones de la jefa y tuve que preguntar nuevamente a uno de mis compañeros, qué era exactamente lo que debía hacer.
Aún sigo aturdida por ese instante en el que firme la carta de “recibido”: fresco, mío y con fondos.
Fue un amor casi maternal, considerando que lo engendré y cargué en mi puño, letra e ingenio por unos 30 días, el periodo de gestación de los conejos.
Pero, honestamente –y que esta crónica no afecte el próximo cheque-, no esperaba remuneración alguna, para mí, es como pagarme por ir a los cayos y servirme piña colada acompañada por un par de empanaditas de cazón cada 10 minutos, pero ya que llegó la paga,  ¡que no se vaya!
El reloj pegó la carrera de la mano con mi euforia por cobrar mi primer cheque, la cola fue inerte. El camino hacia mi dinerito y yo estaba despejado, con alfombra roja  y de paparazzi mi mamá.
Por efecto de la metamorfosis, el pedacito verde de papel se convirtió en ocho trocitos marrontescos, que embolsillé rápidamente.
Casi inmediatamente, me dio una extraña piquiña en el bolsillo y mi mano derecha.
Para distraerme, a días próximos de la vuelta a clases, me zambullí en la papelería más coqueta de Maracaibo, cumpliendo el ritual pre-educativo que religiosamente hago desde kínder garden. Subsidiada –valga destacar- por la quincena de mamá o el sueldito de papá: escoger el cuaderno con los más exóticos estampados, que venga con calcomanías, regla, anillo multicolor  y marcalibros de lujo; el bolso reluciente, los resaltadores, bolígrafos de todas las variedades y borradores de mil olores.
No hubo problema alguno, no me topé con la señorita escasez, hasta que llegue a la caja y mami sonreída dijo: “Ay hija, no traje la tarjeta”.
Tuve que pagar con efecto Barney* y mi recién cobrado cheque del mes.
Rectifiqué con la vendedora las características de los útiles, por si había tomado un cuaderno que se escribe solo  o un bolígrafo que hace las veces de varita mágica autentica sacada de Ollivanders.
Tomé la decisión presionada por una cola de representantes enfurecidos cuyos “representados”,insistían en el nuevo Ipad, la laptop verde de manzana mordida, o el típico Mc Donalds.
Deslicé lenta y dudosamente mi tarjeta a lo largo del mostrador, con mi mejor cara de señorita madura y con tarjeta propia, confieso que casi que llamo a 0800 Papi al rescate.
Despiadadamente me quitó la señorita aquel plástico empapado del sudor de mi propia frente por el “come saldo” que algunos suelen llamar “punto de venta”, y una vez alimentado, la cajera me entregó una bolsa que a duras penas llenaba las palmas de mis dos manos juntas.
Debe ser  que uno de los asistentes está buscando la carretilla para ayudarme con el resto.
Me recliné en el mostrador a esperar pacientemente, pero al ver que mi carroza de papeles no venía, le pregunté a la señorita, alzando la microbolsa ante sus ojos,: “¿Esto es todo?”. Con un “Sí mamita”, y el rayón suficiente para una vida entera, salí de la boca del lobo con paso apuradito y cabeza baja.
La independencia cuesta caro,  puedo esperar un poquito más. Mamá me dijo: “Esa fue la inflación”.
¡Pero, ¿qué le he hecho yo a la inflación para que ella me haga esto a mí? Pensé en escribirle una carta exigiéndole una explicación por su comportamiento, no recuerdo haberle hecho nada para que reaccione de esa manera tan “inflada” contra mí, pero si es necesario pedirle disculpas o buscar un responsable, me declaro culpable. ¡Ya me monto en eso!
¿Por qué se interpone entre mi sueldito y las cosas que quiero y/o necesito? Por allí leí que la moneda tenía que ver en esto. Ese circulito metálico debe estar despechado por esa tal “inflación” o sufrir síndrome pre menstrual. ¡Qué no la pague conmigo!
Cuando ya íbamos llegando al carro y en mi trance depresivo, se nos cruzó una tienda de artículos religiosos.
Mi mamá lleva un par de meses en el evangelio, y ya me había comentado que una nueva “hermana” se había unido a su Iglesia y quería comprarle un detalle de bienvenida.
El local era bastante grande: “Mundo religioso”, con artículos católicos, cristianos y politeístas bajo el mismo techo.
 A la izquierda había una vitrina entera llena de sotanas de diferentes tallas, modelos y colores. ¡Los curas también se van de shopping! Por el precio que marca la etiqueta, seguro fueron cosidas por el mismo Cristo.
A un lado, una decena de bufandas, campanas, rosarios y copas “italianas” como accesorios. Algo así como las tiendas de Romeo Britto, el cristianismo está a la moda, pero sin tantos corazones y mariposas.
Pulseras, collares, llaveros, chapas, zarcillos, calcomanías, anillos, dijes, carteras, toallas, alfombras, lámparas, franelas, camisas, botones, microondas, neveras, lavadoras y hasta chocolates cristianos,peces, versículos y estampitas.
Pero lo que más me llamó la atención fue que la canción “Más” del recién salido del closet Ricky Martin sonaba a full potencia, mientras las entalcadas señoras que atendían caja la cantaban a todo pulmón.
Biblias ordenadas por temática: una de cuero, blanca, con  calcomanías multicolores y  rotulados de color rosado y púrpura se titulaba “Biblia de la Quinceañera”. Otra, de piel madera y olor a roble, “La biblia del padre de familia”; y la que mi mamá escogió para su nueva hermana, con bordes dorados y flores en la portada, “Biblia para la mujer”, por supuesto, con igualmente “precios temáticos”.
Ese día descubrí que llegar a Dios es carísimo.
¿Algún descuento por recitar un salmo, cantar una canción de alabanza o leer la biblia todos los días con un ojo cerrado? “¡Olvídalo!”, dijo una tercera edad que podría ser mi abuela.
¿Por qué tengo que dar algo tan débil, bipolar y tan ajeno a mí como un billete para “comprar”? El mundo debería comprarse  a punta de arte, de lo labrado con nuestras propias manos, por un proceso de cultivo y amor a lo que se hace, sería casi imposible valorarlo en numeritos: dos canciones por una pizza familiar, un poema por un vestido, una crónica de tres cuartillas por esa biblia, y mientras más corazón se le ponga, más costoso será la cosa.
Por el contrario, míseros aquellos que hacen fortunas amargas, a costillas de cosas que no disfrutan; algo así como aquellos que se comen una torta de chocolate con asquito.
Nos libraríamos de los cajeros obstinados, las vendedoras odiosas, los chef de rara sazón, los jefes histéricos, las presiones paternales –que obviamente, yo no tuve- por convertir a su hijo artista plástico en ingeniero, esa es la  medicina que yo le ofrezco al virus “inflación”.
En este caso, le podría comprar a mami las biblias que se le antoje, y la papelería completa a fuerza deglosas.
Mientras tanto, de mi mano derecha cuelga una bolsa que pesa menos de un kilo con el sueldo de un mes.
Voy a tener una seria conversación con la inflación hoy mismo, porque… ¡ya viene el 15!
Ahora,  ¿cómo te fue a ti con tu primer sueldo?
 *Efecto Barney: brazos muy cortos para alcanzar los bolsillos.
Fabiana Fuentes

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