Alzas el dedo, el bus se orilla, subes, consigues puesto en la entrada, el chófer no escucha champeta y ningún ex recluso te ha pedido dinero para una causa de dudosa procedencia, esa unidad debe ser la niña caprichosa y consentida del Olimpo, todo parece tan civilizado, tan perfecto… Como diría Loscher: "Es tan bello que levanta sospechas".
Hasta que, cubierta por un nubarrón de afanes, sube la victimaria con el pobre muchacho con la quijada desdibujada por el sol, mal arreguindado a lo mona chita y las rodillas abiertas como un compás alrededor de la cadera. Observas como sube los escalones con gesto sufrido cazando a su próxima presa, miras con preocupación lo libre que están tus manos, y sin levantarte, comienzas la cuenta regresiva:
Hasta que, cubierta por un nubarrón de afanes, sube la victimaria con el pobre muchacho con la quijada desdibujada por el sol, mal arreguindado a lo mona chita y las rodillas abiertas como un compás alrededor de la cadera. Observas como sube los escalones con gesto sufrido cazando a su próxima presa, miras con preocupación lo libre que están tus manos, y sin levantarte, comienzas la cuenta regresiva:
Tres……Dos… Dos y medio……Uno
-“Ay mija, agárrame al bebito aquí un momentico mientras me acomodo… Gracias mija, dios me la bendiga”-
Te jodieron.
El motor, por sus altas temperaturas, debe ser el techo del infierno. Pero los pasajeros, supongo producto del calor, te ven como San Pedro y comienzan a pedir clemencia a punta de “Ay, Dios me lo bendiga”… Y allí, ya estas acorralado sin siquiera haber sido tocado… ¿Qué desgraciado le diría que no sin sentir el karma en la nuca, un pescozón del Manual de Carreño o la múltiple persignación de la abuela defraudada? Mientras Cristo te apuñala las sienes con su celestial dedo índice diciendo:“¡Sufre bestia diabólica, ella te bendijo en el nombre del Señor y vos no acudiste a su clamor!”.
La otra cosa, es el uso y abuso de sustantivos, sobre todo, el popular “bebito”: entiéndase en el habla coloquial como individuos macizos, faltos de equilibrio y algunas veces cotorros, llorones o hiperactivos, entre los 0 y los 10 años de edad.
Y sí, la tragedia comenzó. No son las 8 de la mañana y ya te saben a mierda los consejos del padre Linero, pero indiferente de tu voluntad o profesión, cuando vas sentada en el motor se trabaja: haces desde un perchero humano para las maletas de los que se van al terminal, de aeromoza con los que quieren palearle agua al termo del chofer, o en el peor de los casos, te toca niñera cuando las más frescas te encaleten algún bebé anónimo, sufrido y salivante sobre el regazo, y sí, este es el caso.
Aquí hay cultura ciudadana, sólo falta un estimulo motivacional que la traiga a flote, por ejemplo, debería darse al menos un descuento en el pasaje, un "vale por dos caramelos" cuando suba el próximo buhonero, un certificado de inmunidad a los atracos por tres viajes, un diplomita de “felicidades” plantilla Publisher, una orden “honoris causa” por sostener más bolsas, asegurarte el asiento pa la próxima vez o “manquesea” poner tu foto como “pasajero del mes” en el vidrio panorámico; tan sólo como un mínimo gesto de reconocimiento, pues, de todas formas, ya las nalgas están bien cocidas a la menier sobre la parrilla del motor.
Ponte las pilas Hollywood, un protagónico de Bruce Willis abriéndose paso en Ruta 6, promete.
Fabiana Fuentes
¡HAHAHAHAHA! Demasiado bueno. Una descripción exacta de lo que nos sucede a diario a aquellos que acudimos a este medio de transporte modernísimo para movernos por la ciudad.
ResponderEliminarMuy buena sátira
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