domingo, 31 de enero de 2016

Mondongo de letras ( 7 / 06 / 2013 )


Sigo la ruta de siempre, la misma avenida colapsada por el diluvio digno de Noé y su arca, lástima que yo no venía en parejita, y me quede abajo a la buena voluntad de un carrito por puesto que llevase mi emparamado cuerpo con solo 3 bolos a la universidad más esperada del 5to año, por la que rayamos 3.000 bolitas de grafito en una prueba interminable, y la que nos dijo “Vas a ser geofísico, médico, o letrista”, y gratis.

¿Cómo perder ese chance después de tanto insistir?
Cuando entro a URBE, entro en un lapsus existencialista. Me siento rara al no tener mis bubis postizas, y ni traserito acolchado, no ser modelo sobrexplotada de traje de baños, al no poder teclear más de 100 “Act.” por segundo, y sin padecer del síndrome de “cogote pa’ bajo”, que no permite despegarse del Blackberry, haciendo de los labios y miradas rasgos más intrigantes que el contenido de una salchicha.
Tan fuera de pote, busco una mano amiga que me convenza de mis correctas decisiones, redirijo mí pasito al lugar más concurrido del recinto, favorito de las damiselas: los baños, tan limpios y provocativos que hasta puedes comer cereal en los lavamanos.
Me consigo con una chica menudita, con el típico fenotipo comunicacional de nuestra era, que conocí alguna vez en la cola del baño del Sambil en un arranque de brollerismo intenso.
Ahora, con su flequillo, tacones y mucho rubor a las 7am, te la vuelves a encontrar en los finos balnearios de Urbe, claro está, estudiando comunicación social, entonces te pregunta con el acentito caraqueño de novela de las 9: ¿y tú que estas estudiando chama?
Siempre evado esta pregunta, sobre todo, cuando bien conozco las reacciones tan peculiares de algunos colegas futuros comunicadores al dar como respuesta: Estudio periodismo en URBE, y letras en LUZ.
Cabe destacar, que ese veredicto es la evolución del: “estudio periodismo y letras”, pues la mayoría creía que me refería a una rama antiquísima de la comunicación social que la gente estudiaba cuando no existía la televisión, entonces me tenía que detener por el peso de una moral culposa a explicarle que se trata de dos licenciaturas completamente diferentes.
Por lo menos, los de ingeniería se hacen los locos, y medio avergonzado por su falta de cultura humanística, pero los de comunicación activan la alarma de “raro espécimen frente a ti, peep, peep, peep” y momentáneamente, el síndrome del cogote pa’ abajo la libera para scannearte el outfit que llevas puesto, comenzando a balbucear comentarios sin sentido.
“Si chama, Letras, ya sabes, la ciencia que estudia los fideítos ABC que tu abuelita le ponía a la sopa”.
¿Qué materias vemos? Te explico, algo así como Estudio y Comprensión de la A I, Introducción a la B, Metodología de investigación de la C, Análisis de las Sopa de Letras, Realización de letras gorditas para regalar, Desarrollo de habilidades para hacer medallitas en forma de letras, etc.
Ver la expresión crédula de los preguntones, se siente como comerse una torta de chocolate con ariquipe y cuatro bolas de helado después de hacer dieta por una semana, para chuparse los dedos.
Pero, al final te viene el remordimiento y sientes como tu cuerpo asimila cada una de las calorías, y los 500gr perdidos, se convierten en kilo y medio ganado, la preocupación por lo que dirá la prensa de esta generación saliente me agobia, donde prótesis más grandes sean noticia, y descubrir América en un vaso de agua sea la novedad impélable de la semana.
No pido que usen su cerebro, sólo que busquen en Google, mientras tanto me sigo vacilando a los conformes con mi respuesta, seguros que soy una verduga en caligrafía Palmer.
El 99.9% de los chicos que entran a Letras son médicos frustrados, quieren ser ingenieros o mueren por un título de abogado, posiblemente, el sistema de asignación de cupos estaba viendo el Miss Venezuela cuando corrigieron la prueba de actitud académica de estos estudiantes, su despampanante belleza cautiva a cualquiera, pero esta vez, se cautivaron mucho y muy a menudo.
Mis secciones en Letras son de cuatro estudiantes, mis secciones en comunicación social son de 70 estudiantes. Pertenecer al 0.1% no es tarea fácil, pero mientras haya sopa, fideos y yo siga echándoles el cuento, hasta Mafalda querrá estudiar letras.
Fabiana Fuentes

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