domingo, 31 de enero de 2016

Confesiones de los maestros del cine venezolano ( 3 / 02 / 2012 )

Luis Alberto Lamata es un hombre barbuo de estatura media sin muchos periquitos. Es historiador, lo cual se evidencia en su imperante necesidad de expresarse a través de las películas de época. Ha escrito desde chamo telenovelas que han embelesado a las mamás de Venezuela y el mundo, tales como: Topacio, Cristal, Señora, La traidora, Se solicita príncipe azul, La hija del jardinero, Soledad, Calypso, Enseñame a querer, Pobre Negro, La vida entera, la intrusa y Las dos Dianas. 
Antes de su primer largo, se adaptó al bolsillo chico e hizo cortos en tres días, filmó varios dramáticos en video y su broche de oro lo colocó en 1990 con la película “Jericó”, su opera prima que trata sobre un fraile dominico que en la selva amazónica del siglo XVI sobre la cual mi profesora de Periodismo Informativo II comentó esta mañana.
La segunda película de Lamata, Desnudo con naranjas (1995) es también muy ambiciosa y mi hermano dice que es divina-veredicto suficiente para verla-, participó en al menos treinta festivales internacionales y ha recibido reconocimientos en Sochi, Nuevo México y Trieste.
Luis Alberto no se quedo dormido en los claveles, y continuó con Miranda Regresa en el 2007, El Enemigo en el 2008, Taita Boves en el 2010 y este año estrena “Azú” financiada por la Villa del cine y ya tiene su primer corte:
Lamata nació dirigiendo, está en su naturaleza no poder evitar organizar una sala llena de gente, para dar cabida al chorrero de ideas que nadie canaliza, de igual forma recomienda leer libros de antaño con el único fin de contradecirlos, y de más sobra decir que ver mucho cine es fundamental, no solo como espectador, sino también desde el punto creativo, comenzando por la película “Derzu Uzala” (el cazador) de Akira Kurosawa.
Reafirma igualmente que la primera vez que tuvo la oportunidad de tener una cámara en sus manos fue a los 14 años, una camarita de 8mm, y fue tanta su fascinación que aun no lo puede olvidar.
Amorochado con Lamata en sus últimas producciones, el barinense Juvel Vielma viene greñudo con mirada perdida, como si con cada pestaña te estuviese escaneando para darle chance al potente laser que emanan sus ojos color moho penetrante, y sí, este es el Brad Pitt llanero al que me referia. Hizo el rol de Boves, antagonista de la revolución bonita, estando días perdido en la nebulosa de los símiles, para al fin descubrir en una conversa con Luis Alberto, que para interpretar a El Taita ha de asumir la conducta del tigre como sensei de su rol, pues es esa la fiel radiografía de la expresividad “taitiana”, sus rasgos feroces y superviviencia extrema en hostilidades eternas que le permitieron a Juvel empaparse de Boves, despertarse de golpe en plena madrugada, ansioso por ponerse el alma de aquel enemigo desgraciado al que le da vida en cada play, y que dejó a Luis Alberto “con las nalgas al aire” y las ganas de volverlo a llamar sin casting alguno para su actual producción “Azú” de la que ya nos comimos un bocadillo.
Hector Manrique, director del grupo actoral 80, nacido en cuna comunista, le montó los cachos a España al conocer Venezuela en una infancia agridulce, un mago de las tablas, un avión en la televisión, pupilo de Cabrujas, Enrique Porte y Juan Carlos Gené, amante ingrato del cine y ahora, una voz no calla para gritar a los cuatro vientos que en este país si se puede hacer teatro con o sin el cobijo de una mama gansa sindical.
Ha participado como actor en películas como “Una casa con vista al mar”, “La Pluma del Arcángel”, “Cyrano”; en cortometrajes como “Todo lo que sube”. También se ha destacado como histrión en la pantalla chica, en producciones dramáticas como “El Desprecio”, “Por Estas Calles”, “Volver a Vivir” y “Amores de Fin de Siglo”. En su rol de director teatral se ha distinguido con una fijacion casi obsesiva en la figura femenina, con las piezas “Monólogos de la Vagina”, “Confesiones de Mujeres de 30”, “No Seré Feliz pero Tengo Marido”, “Brujas”, “La Cena de los Idiotas”, “Final de Partidas”, y “Todos los Hombres son Mortales y las Mujeres También”, “la ardiente paciencia”, y “El día que me quieras”.
Con casi 30.000 seguidores en tuiter y un eco opositor estridente, afirma que el actor sufre de orfandad, como halando bolas de forma permanente, reflexionando, investigando o comprendiendo, para conocer el oficio más allá del ego y pensar que el mundo puede ser mejor a partir de lo que yo hago, la actuación.
Hector casó en unción a Juvel y Luis Alberto Lamata, recomendándoselo junto con otros actores de teatro bajo su tutela para hacer el papel del Taita sin casting alguno, para el que Juvel –como ya todos sabemos- se lució reencarnado en un tigre.
La catarsis es un proceso de modificación griega que no se escapa de una frase de Héctor, diluyendo en sus papeles el sentir de la existencia como plato principal del banquete actoral, un “qué dejo de mi en cada papel”.
Por otro lado, asegura que la enfermedad constante del actor es no tener página en blanco, sino estar lleno de certezas que produce la ignorancia, el mal de haber leído el guión y saber lo que va a ocurrir con una premeditación inminente que se palpa por mucha tierra que se le eche al muerto, obstruyendo la concesión del interpretado medio zombie que resucita abriendose camino entre la personalidad del actor.
Diego Rísquez es de esos señores por los que uno voltea a mirar dos veces, sigiloso y como a la espera de alguna cosa y ninguna a la vez, con cabellera rubia y estilo tex-mex, estudió comunicación social en la Universidad Católica Andrés Bello, pero la abandonó para dedicarse al teatro. Recibió clases de actuación, y viajó por Europa y Asia en busca de las musas. En 1975 regresó a Venezuela para iniciarse como cineasta y artista plástico, director y hasta guionista.
Entre sus principales realizaciones como director están A propósito de Simón Bolívar (1976), Poema para ser leído bajo el agua (1977), A propósito de la luz tropical (1978), Bolívar, sinfonía tropikal (1979), A propósito del hombre (1979), Orinoko, nuevo mundo (1984), Amérika, terra incógnita (1988), Karibe con tempo (1994), Y Manuela Sáenz, que arrastra la butaca a 1856, cuando un barco de cazadores de ballenas se acerca a Paita, un puerto pesquero. Entre los tripulantes del barco se encuentra Hermán Melville, un joven marinero que lleva en sus entrañas la idea de escribir la historia de una ballena llamada Moby Dick. 
Allí en Paita, vivió una mujer que escandalizó a todo el continente 30 años atrás. 
Se trata de Manuela Sáenz, la mayor amante de Simón Bolívar. Melville decide buscarla para conocer su historia, mareándonos en esa trama por un poco más de 90min (2000). Francisco de Miranda en el 2006, que llego a casi todas las aulas del país como material de estudio secundario para apoyar el tedio de la cátedra historia en un colchoncito fílmico titánico 2006, y su última producción estrenada el año pasado fue Reverón, una historia de amor que transcurre entre 1924 y 1954 a la orilla del Mar Caribe donde descubrimos el universo del gran artista plástico venezolano Armando Reverón, su relación con Juanita, musa e inseparable compañera, los amigos que los frecuentan, la construcción y recreación de los objetos que forman su mundo, su obsesión por la luz del trópico que lo enceguece. Veremos el desarrollo de su enfermedad mental y el universo lúdico, afectivo y doloroso dentro de ese espacio mágico denominado El Castillete.
Maracayero, Elio Palencia es un saco de huesos cubiertos con materia gris en lugar de fibra, es un partero de historias incubadas bajo una boina negra. Escribe para teatro, cine y televisión, lo ha hecho por años y no solo en nuestra tierra, sino en Rusia, Portugal, México y España, ha sido guionista del staff de RCTV, Venevisión, Televisión Española, TV5, Rajatabla y La Compañía Nacional de teatro, participando en montajes de autores como Isaac Chocrón, Fernando de Rojas, Luigi Pirandello, Juan Ruiz de Alarcón, William Shakespeare, Carlos Goldoni, César Rengifo, Arthur Miller, Roma Mahieu y José Ignacio Cabrujas; bajo la dirección de Carlos Giménez, Román Chalbaud, Ugo Ulive y José Ignacio Cabrujas, entre otros. 
Posteriormente, inicia su andadura como dramaturgo, a partir de los Talleres del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG) y como director de escena en el Centro de Directores de la Fundación Rajatabla. Se ha ganado centenares de reconocimientos, y su obra que aun repica es el guión de “Cheila una casa pa Maita”, de temática transexual que flórese entre tanto tiroteo.
A Patricia Ortega todos la conocemos, ha dirigido un sinfín de cortometrajes de indudable categoría, se ha dado la tarea de ser la voz de los mudos, y hoy, después de un tortuoso proceso de rodaje, se satisface de decir que su opera prima ya está en edición. A pesar de las hostilidades que se le presentaron en el camino, como trabajar con niños que mueren tras dos intentos en escenas exigentes de alto riesgo psicológico, filmar con perros chillones, grabar en las Pulgas en un día concurrido de ofertas y todo batallado contra el reloj.
Un caso particular que cuenta, es la situación incomoda que se presentó entre una niña que era de las principales actrices y un hombre con el que tenia que hacer una escena intensa. Sucede entonces, que la niña se siente intimidada y despavorida con la presencia de ese hombre que por su fenotipo, intuye que le hará daño. Es allí cuando Patricia toma las riendas del asunto e inscribe a ambos en clases de boxeo esperando que el manoseo que exige ese deporte genere un aura de serenidad y compañerismo entre ambos, cosa que funcionó y llevo a la cumbre del éxito la toma.
“Cuando el actor se te pone en frente, uno dice ¡Y ahora que hago! Yo les tenía miedo a esas mujeres y ellas también tenían miedo de hacerlo. Después del proceso siento que no se nada. Estoy segura que tengo que seguir metiendo la pata y un “la próxima va a salir mejor”, lo importante es ser sinceros, bajar el ego. Tengo la historia, lo quiero contar, y tenga un bolívar o diez, la historia es la misma con ganas”, aseguró Patricia en tertulia.
AHORA, si lo que quieren es aprender a como hacer cine como ellos, esperen la próxima nota que saldrá en un par de horas.
Fabiana Fuentes

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