domingo, 31 de enero de 2016

Grandes amores de la literatura: Historias que perduran en la eternidad: Empalagoso copilatorio ( 17 / 02 / 2013 )

Dos vocales, dos consonantes, así es el amor, de a pares.


El gran motor de grafías, cuentos, leyendas y brollazos. Descorazonado aquel que se ha resistido el impulso de escribir un te amo tras la puerta de algún baño, que se ha privado el placer de tipiar una carta con un falso Romeo apoderándose de las yemas, o quien haya sometido a juicio de razón los besos.
El amor es a la literatura pan de piquito: No hay idilio que acabe con el ahinco de un lector sumido en las líneas de una buena historia a pesar de las polillas; los amores en la literatura van desde el prólogo al sinsabor de la nada tras cerrar el libro y saber, que la historia ha terminado.
Se necesita un litrón de Milanta y guarapita para digerir un libro sin quereres, sin ven aquí, voy pa allá, sin te extraño, sin despecho, sin desdicha, sin rabietas, sin desganos, sin algún gustito tibio que de abrigo al cuerpo en el páramo de la soledad.
Se trata de un ciclo, me atrevería a etiquetarlo como uno de los favoritos de Cortazar: El lector se enamora del libro, el libro se habitúa a la caricia; los personajes se enamoran entre sí, y el escritor de su omnipotencia sobre ellos. Luego, los artistas se aman entre ellos y les brotan las musas, y se desencadena un ciclo de amores que carece de finales obtusos.

Don Juan seduce sin cesar a las mujeres más bellas para él; Julieta yace trágicamente junto a Romeo, debido al amor entre ellos y el odio entre sus familias Capuleto y Montesco; el joven Werter no resiste su incapacidad de poseer a Lotte; Don Quijote no espera el momento de encontrarse con su “sin par” Dulcinea del Toboso y dedicarle todas sus aventuras; Nora ha sentido que nadie la toma en serio ni le deja expresarse libremente; Paolo y Francesa se besan cada vez que leen un libro de amor, momentos icónicos de la literatura universal, donde el amor es el único protagonista.
En mi generación, unos tantos vivieron su despecho cuando Harry Potter se fue con la chiquita, y hermana de su amigo, Ginny, hasta morbosa cayó la cosa, mientras Ron se cuadró a Hermione, aunque la gran mayoría esperábamos que ese cortejeo sospechoso entre el infortunado Potter y la índiga Granger, terminase, al menos, en las mazmorras, no en desatino.
De igual forma, el cardumen de mujeres que exudan y viven con Greys sus travesuras de amor con temblor bajo sus cincuenta sombras correspondientes, o, algunos, porque no, fueron atrapados por las garras zoofílicas de vampiro o lobo seductor, en Crepúsculo.
En el mesón de ofertas de una librería cualquiera, están los clásicos y aquellos que repiten consecutivamente el mismo cuentencito reiterativo de siempre: la piche parejita que le pasó tal cosa por cual cosa y al final los enterraron en el mismo hueco; sí, esos que nos agotamos la lengua catalogándolos de “cliché”, “Uy asco aléjalo”, “Eso es libro e’ jeva”, “Me produce piquiña, vómito”, “muero de forma agonizante con solo mirarlo”… Todo esto en un intento fallido de dárselas de ilustre sobreviviente del siglo de las luces, pero cuando se está sólo, consigo mismo, en el más recóndito punto de intimidad del ser, nos fascina jactarnos de clichés hasta la más ridícula borrachera.
Aquí, para los hipoclichémicos, un copilatorio de esas historias, en las que todos queremos ser protagonistas:

El emperador Shah Jehan y Muntaz Mahal

Un último deseo y su amor inspiraron una de las siete maravillas del mundo y el monumento más famoso de la India, el Taj Mahal. El heredero del Imperio Mogol se enamoró perdidamente de una princesa persa-musulmana, que se convertiría en su segunda esposa y favorita de la corte. Pero tras dar a luz a su catorceavo hijo Muntaz Mahal murió, no sin antes pedirle cuatro deseos a su marido: que se casara de nuevo, que fuera bueno con sus hijos, que le construyera una gran tumba y que fuera a visitar su tumba al menos una vez al año en el aniversario de su muerte.
Al deseo de Mahal le dedicó el emperador toda su vida, convirtiéndose en su gran obra y paradójicamente en su destrucción, su obsesión se transformó en locura y el esfuerzo económico le supuso su ruina y la pérdida de su reino, uno de sus hijos le derrocó y Shah Jehan fue encerrado en el fuerte de Agra, donde pasó el resto de su vida contemplando entre rejas el monumental mausoleo que había construido por y para su Muntaz.
Liu Guojiang, Xu Chaoqin y la Escalera del Amor
Liu Guojiang, un muchacho de 19 años se enamoró de una madre viuda de 29 años llamada Xu Chaoqin.
Como era de esperarse, y que fastidio que así siempre sea, amigos y parientes criticaron la relación debido a la diferencia de edades y el hecho de que Xu ya tuviera hijos. Para esa época, era inaceptable e inmoral para un hombre joven el amar a una mujer mayor. Para evitar el murmullo en el mercado y el desprecio de sus comunidades, la pareja decidió fugarse y vivió en una cueva en el condado de Jiangjn en la sureña municipalidad de ChongQing.
Al principio la vida fue dura ya que ellos no poseían nada, ni electricidad y ni siquiera alimentos. Tuvieron que comer pasto y raíces que encontraron en la montaña y Liu construyó una lámpara de kerosene que usaban para iluminar sus vidas.
Xu sentía que había atado a Liu y repetidamente le preguntaba, ‘¿estás arrepentido?
Liu siempre le respondía,‘mientras seamos laboriosos, la vida mejorará.’
En el segundo año de vivir en la montaña, Liu empezó y continuó por más de 50 años, a cavar las gradas para que su esposa pudiera bajar fácilmente la montaña.
Después de medio siglo, en 2001, un grupo de aventureros estaban explorando el bosque y se sorprendieron al encontrar a la vieja pareja y las más de 6,000 gradas hechas a mano.
Liu MingSheng, uno de sus siete hijos dijo, ‘Mis padres se amaban tanto, ellos han vivido en reclusión por más de 50 años y nunca han estado separados un solo día. El hizo más de 6,000 gradas a través de los años por la conveniencia de mi madre, a pesar de que ella no baja mucho la montaña.’
Después de 50 años de semejante trajín, Liu de 72 años regresó de su labor agrícola diaria y colapsó. Xu se sentó y oró por su esposo mientras moría en sus brazos. Tan enamorada de Xu estaba Liu, que nadie fue capaz de liberar el agarre que él tenía en la mano de su esposa aún después de muerto.
‘Tú me prometiste que cuidarías de mi, siempre estarías conmigo hasta el día en que muriera, ahora tú te fuiste antes que yo, ¿cómo voy a vivir sin ti?’, gemía su esposa, Xu, quien pasó días repitiendo estas palabras y tocando el ataúd negro de su esposo con lágrimas rodando por sus mejillas. En el año 2006, su historia se convirtió en una de las 10 historias de amor más famosas de China, recogida por el Chinese Women Weekly. El gobierno local ha decidido preservar la escalera de amor y el lugar en que vivieron, convirtiéndolo en un museo para que su historia de amor pueda vivir para siempre.
Marco Antonio y Cleopatra
¡Shakespeare siempre embelesándonos!
El amor que lucha por permanecer entre política y poder, el romano Marco Antonio contaba con un poderoso ejército, pero, además de mantener la hegemonía en Oriente, tenía que atender al flanco interior. Por el contrario, la egipcia Cleopatra, sin huestes que poder enfrentar a las legiones de uno u otro triunviro, para mantener su corona solo tenía las armas de la astucia y seducción personal.
Entablaron vínculos, primeramente para satisfacer necesidades imperiales, las “alianzas estratégicas” de la época, Cleopatra quería que Egipto fuera la nueva Roma, y Marco Antonio necesitaba a Egipto de su lado.
Ambos tenían sus respectivos matrimonios, pero pasando por arriba de lo que fuese, mantuvieron su lazo estrecho. Cuando Marco Antonio enviudó y el esposo de Cleopatra se descuidó, quedo embarada de gemelos Alejandro Helios y Cleopatra Selene, hijos de su compañerito romano.
Hacen su boda pública a pesar del juicio entre ambos imperios. Nace un tercer hijo y Cleopatra es acusada de embrujar a Antonio, quien termina siendo declarado “enemigo de la República”, ¡y cómo no! A buenos cuernos mi hermano.
Un dicho popular afirma “el diablo, cuando quiere perder a alguien, primero lo envanece”. Esta es la única explicación pseudo racional que explica el porqué gente tan experimentada en combate como Cleopatra y Marco cometiesen el error que Roma jamás podía tolerar: reparten el territorio bajo su control entre Cleopatra, Cesarión – el hijo de César- y los hijos que había tenido con Cleopatra, entre ellos, Ptolomeo Filadelfo, de tan sólo 2 años. La guerra es inevitable, una guerra “a la romana”, esto es: total sometimiento del enemigo, cuando no, su exterminio.
Allí comenzó una caída en picada de la que no se recuperarían nunca: Marco recibe la falsa noticia de la muerte de Cleopatra; desesperado, se clavó su propia espada. No murió de inmediato, sus sirvientes le trasladaron al mausoleo donde ella se había encerrado. Allí expira, en los brazos de su amada.
Tras sepultar a Antonio, Cleopatra decide morir. Las heridas que se hizo en el pecho, llorando ante el cuerpo del amante moribundo, se habían infectado. La fiebre y la privación voluntaria de alimentos la estaban consumiendo. Octavio – quien no podía consentir que la reina muriera, tenía que desfilar en su “triunfo”- la amenazó con la muerte de sus hijos si persistía en su actitud, Cleopatra cedió y volvió a alimentarse. Octavio quiso asegurarse del cambio de actitud y la visitó en persona.
Vuelta al mausoleo, los espías le informan que marcharía, junto a sus hijos, hacia Roma dentro de tres días. Era el fin, negándose a la humillación de caminar prisionera en el “triunfo” de Octavio, elige la única salida posible: Se hizo bañar, maquillar y vestir como reina por sus dos fieles servidoras. A continuación envió una carta a Octavio en la que pedía que su cuerpo fuese sepultado junto al de Antonio. Cuando Octavio abrió la carta, sospechó que la reina iba a quitarse la vida. Con urgencia, envió emisarios para evitarlo, pero ya era demasiado tarde. Los esbirros abrieron las puertas y… vieron ya a Cleopatra muerta en un lecho de oro, regiamente adornada.
Encontraron dos tenues punzadas en un brazo de la fallecida reina, lo que hizo pensar que se había dejado morder por un áspid. Alguien dijo que un campesino había traído una cesta llena de higos en la que se ocultaba el reptil.
Juana la Loca y Felipe el Hermoso
Juana se convirtió en la diosa de las cuaimas cuando su marido Felipe comenzó a serle infiel, presa de unos celos obsesivos, puso de su parte todo lo posible para volver a las apasionadas relaciones que antes tenían los dos, emprendiendo, a la vez, una estrecha vigilancia de Felipe y a las chicas con las que la traicionada: Una vez agredió a una dama de compañía, cortándola el cabello con sus propias manos. Luego, cuenta la tradición que el parto de su segundo hijo tuvo lugar en un pequeño retrete del palacio de Gante, porque Juana, a pesar de su avanzado estado de gestación, acudió a una fiesta para vigilar de continuo a su marido, comenzando a tejerse la leyenda de que estaba loca.
A Juana no la interesa el poder, estaba enamorada; para ser feliz sólo necesitaba la fidelidad de su esposo. Diferente era la actitud de Felipe, que ansiaba convertirse en rey, o de su padre D. Fernando, que ama la potestad. Ambos se enzarzan en una agria pelea con una referencia común: sus presuntos derechos a ejercer la regencia emanaban de la pretendida incapacidad por “locura” de Juana La Cuaima. En septiembre de 1507 don Felipe jugaba un partido de pelota en Burgos. Cuando terminó, sudoroso, bebió agua helada, lo que le provocó una inmensa fiebre. Nunca se repuso y murió. Algunos decían que pudo haber sido envenenado, pero no se pudo probar.
El comportamiento de Juana tras la muerte de su esposo constituye la mayor fuente de inspiración para todo tipo de leyendas. En el momento de recibir la desgraciada noticia no derramó una sola lágrima; pero su rostro adquirió para siempre un rictus de desconsuelo, iba todos los días a la cripta, y después de almorzar en el monasterio, pedía a los monjes que abrieran el ataúd para acariciar a su marido. Le aterraba pensar que podrían llevar el cadáver de Felipe a Flandes, y necesitaba constatar a diario de que el cuerpo seguía estando allí.
Tras el sepelio, Juana cayó en una gran depresión, y, su padre D. Fernando, ya sin rival, asume la regencia de Castilla. Para mayor control de la situación decide encerrar a Juana en Tordesillas. En 1516 murió D. Fernando, dejando el trono en manos de su nieto, e hijo de Juana, Carlos I de España (aquel niño nacido en el retrete del palacio de Gante).

Los amantes de Teruel

A principios del siglo XIII, viven en Teruel dos familias, probablemente hidalgas y, por lo que se sabe, en buena armonía. Mientras que los Segura disfrutaban de una posición económica acomodada, los Marcilla no parece que tuviesen tal suerte. Isabel de Segura, heredera de los primeros, y Diego Marcilla, segundón de la otra, eran dos jóvenes de parecida edad, se conocían desde niños, jugaron juntos y al llegar a la adolescencia cambiaron su amistad por un profundo amor. En su momento, de común acuerdo con su amada, el joven solicitó la mano de Isabel. D. Pedro de Segura, padre de la novia, se opuso tajantemente, e inmediato el joven se va a la guerra. Pasan los cinco años y Diego no regresa. La falta de noticias autoriza al padre de Isabel para, sin faltar a su palabra, concertar la boda de su hija con D. Pedro Fernández de Azagra, cuya familia es probablemente la más acaudalada y poderosa de la frontera. El día de la boda, un jinete cruza la muralla, extrañado por el alegre ambiente que reina en las calles, pregunta la causa y al oír la respuesta su rostro palidece, corre hacia la iglesia y llega a los pies del altar mayor justo a tiempo para escuchar la bendición del sacerdote a los recién casados. Se trata, como era de imaginar, de D. Diego, ahora rico y ennoblecido por su valor y decisión en el campo de batalla. Ante lo inevitable de su suerte, pide a Isabel un único beso de despedida; pero la reciente esposa, como ya pertenece a otro hombre, se lo niega y el infeliz enamorado cae muerto, fulminado a sus pies.
Al día siguiente, tienen lugar los funerales por Diego. En mitad de la ceremonia aparece una dama vestida de luto, que acercándose donde se expone al fallecido, le besa y a continuación cae muerta a su lado. Es Isabel, quien no ha podido sobrevivir a aquella única prueba de amor.
Las tres familias afectadas deciden enterrarlos juntos, en la nave de la misma iglesia donde ha culminado la tragedia.

Tristán e Isolda, amantes hasta en la tumba

No es de culebrón mexicano el “patatu” en la tumba; el origen de esta leyenda se remonta a un relato celta que describía el romance entre una princesa inglesa y un guerrero irlandés. Este marco le pareció el ideal a Richard Wagner para componer su famosa ópera (fruto del amor imposible del joven Wagner con Matilde Wesendok).
Tristán, en un intento por defender el honor de su padre, recibió una herida del arma envenenada de su contrincante que sólo podía curar la hermana de Morold, Isolda.
Partió así hacia Irlanda para ser curado por la princesa Isolda, pero no dio a conocer su nombre, sino que se hizo pasar por un simple juglar que tocaba muy bien el arpa. Isolda y su madre le curaron su herida y Tristán pasó muchos días en la Corte con ellas. Isolda llegó a descubrir, durante estos días, la verdadera identidad de Tristán, el caballero que había dado muerte a su hermano. En un principio ella trató de matarlo mientras él dormía pero enseguida se arrepintió y lo perdonó. Pero Mark, el Rey de Cornualles le había ordenado a Tristán que pidiera la mano de la princesa Isolda en su nombre y se convierta en la reina de Cornualles. De modo que, para sorpresa de todos, Tristán pidió la mano de Isolda para Mark.
La madre de Isolda, al ver infeliz a su hija, hizo una pócima de amor para que Isolda y Mark la tomaran antes de casarse y de este modo se enamorarían. Pero durante el viaje en barco hacia la corte de Mark, Isolda y Tristán bebieron la pócima por equivocación y ellos fueron los que quedaron perdidamente enamorados.. Tristán realizó muchas proezas y hazañas en nombre de Isolda hasta que fue mortalmente herido. Pero no quiso recibir la ayuda de Isolda, para no despertar las sospechas del rey Mark. Tristán fue informado de la existencia de otra curandera que vivía en Bretaña, también llamada Isolda. Hacia allí fue y le curó.

Entonces ésta se enamoró de él. Tristán pensó que casándose con ella lograría olvidar a su amada Isolda, pero se equivocó. Así vivió infeliz durante algún tiempo, hasta durante un combate es herido por un golpe de lanza envenenada. Acuden muchos médicos, pero ninguno sabe curar el veneno y Tristán siente que su vida se pierde. Levantándose, dice a su fiel compañero que quisiera volver a ver por última vez a su Isolda, la de los cabellos rubios. Su compañero decide ayudarle.

Convienen en que si consigue traerla, izará la vela blanca, pero si fracasa, izará la vela negra. Para desgracia de los amantes, la otra Isolda se entera de toda la conversación. Isolda la rubia es puesta al corriente de la situación de salud de su amante, y no duda en darle consuelo con su presencia. Tristán cada día pide que se vigile el mar, y cuando Isolda la de Bretaña anuncia la llegada de la nave, miente y dice que la vela es negra. Entonces Tristán se deja morir. Cuando su amor, Isolda, llega y se entera de la desgracia, sube a sus aposentos, exhaló su último suspiro y murió sobre el cuerpo de su amado.
Los dos cuerpos fueron transportados a Cornualles, donde se enterraron por tumbas separadas, por orden del Rey Mark. Pero cuenta la leyenda que de la tumba del juglar nació una enredadera que, cruzando las paredes, descendía hasta la tumba de Isolda. La planta fue cortada dos veces por orden del Rey, pero insistía en crecer. Cuentan que una rosa y una vid crecen de las respectivas tumbas y se entrelazan.

Sissi de Baviera, Francisco José y el triunfo de la suegra

La historia de amor entre la princesa Sissi de Baviera y Francisco José comenzó en 1853 en una localidad cerca de Salzburgo donde el Emperador de apenas 23 años estaba de vacaciones. Francisco José debía haber sido presentado a la princesa Elena de Baviera, hermana de Elizabeth, pero al conocer a Sissi se enamoró perdidamente y oponiéndose a su madre se comprometió con aquella joven de apenas 15 años.

Un año después se celebró la boda y Austria se enamoró de su joven emperatriz de cuentos de hadas. Sin embargo, Sissi no era feliz. Francisco José la amaba, pero al gobernar sobre 50 millones de personas, tenía poco tiempo para su esposa, quien pasaba la mayoría de las noches durmiendo sola, fuera de la cama imperial. La emperatriz, de espíritu inquieto y gran inteligencia, pronto se interesó en los asuntos de Estado y sus ideas liberales pronto contribuyeron en la lucha por la igualdad del pueblo húngaro y lograron que Francisco José fuera consagrado Rey de Hungría.
La madre del Emperador nunca aceptó a Sissi y cuentan crónicas de la época, que los invitados a los banquetes del palacio real solían reservar para la misma noche una mesa en el restaurante del hotel Sacher. El ambiente tenso entre el Emperador, su madre y Sissi no auspiciaba grandes veladas y las cenas solían ser muy breves.
La tensión llegó a tal punto que la Emperatriz comenzó a tener una vida bastante independiente de la de su marido, le encantaba viajar y algunos afirman que solía escaparse bastante. Al principio viajaba a todo lujo, con incontables vestidos y un séquito de 90 personas a su servicio, que ocupaban varios vagones del tren imperial, cada vez más alejada de su marido, sólo se enteraba de su paradero por la prensa.
Todas las imágenes de Sissi, los retratos y esculturas, la muestran como una mujer joven, porque cuando Sissi cumplió los 30 años, cubrió su rostro con un velo, para que siempre se le recordara joven y bella.
Diego Rivera y Frida Kahlo, felices los cuatro
Él era 22 años mayor que ella, cosa que sólo le importaba a la madre de Frida, a quien decía no le gustaba que Diego fuera comunista y ateo, y encima mujeriego; De resto, todo era rosa a pesar de las infidelidades y las constantes enfermedades de la pintora, hasta que Frida tuvo un aborto que la afectó en lo más hondo, además de inspirarle dos de sus obras más valoradas: “Henry Ford Hospital” y “Frida y el aborto”, fue una relación netamente tormentosa. Amor y odio se conjugaban en un romance que tuvo varias idas y vuelta, para siempre volver a estar juntos. Vivieron una vida sobrepasando los límites de lo convencional, ambos tenían personalidades avasallantes y los dos por igual dedicaron su existencia al arte, a la vez que entre ambos hubo una mutua admiración. Y aunque juntos, él no dejó de estar con otras mujeres, mientras ella luego comenzó a hacer lo mismo.
Josefina de Beauharnais y el pendejo de Napoleón Bonaparte
Ella se quitó 5 años y él se añadió 1 al momento de la boda, firmando un contrato matrimonial con separación de bienes, astuta la muchacha.
Josefina de Beauharnais, era una viuda alegre y descarada, madre de un chico de catorce años. Napoleón se enamoró locamente de ella a primera vista, pero ella era muy promiscua, y todo el mundo se rió de Napoleón cuando él “quiso pagar por lo que todos obtenían gratis “al casarse con ella. Pese a su matrimonio, Josefina continuó una vida frívola y en las constantes ausencias de Napoleón cuando su mando en el Ejército de Italia, aprovechó para mantener amantes.
A pesar de haberla coronado emperatriz, cuando tuvo que escoger entre el amor y la sucesión de su monarquía, Napoleón dejó a Josefina. La ausencia de herederos y las infidelidades hicieron que Napoleón se divorciara de ella para casarse con una mujer de sangre real, Mª Luisa de Habsburgo, con la cual esperaba fundar una dinastía. Pero no fue así. Cuatro años más tarde fue enviado al exilio. Su esposa real no le acompañó; su imperio y amor se hicieron pedazos.
Salvador Dalí, la casi salida de closet, y Gala
La indefinición sexual del genial artista y su miedo al sexo hicieron que nunca llegara a aceptar a García Lorca su amor homosexual, y permaneciese junto a Gala.
Historia completa de amor homosexual entre Lorca y Dalí–>  http://noticiaaldia.com/2011/08/el-romance-homosexual-de-federico-garcia-lorca-y-salvador-dali/
En unas vacaciones, Dalí se sintió inmediatamente atraído por la belleza y desinhibición de Gala, e hizo todo tipo de extravagancias para llamar su atención: usó perfume de estiércol de cabra, se manchó las axilas de sangre, se puso collares de perlas y un geranio rojo en la oreja, fingía histéricos ataques de risa…
A pesar de todo, la conservadora familia de Daló no estaba muy contenta: el hecho de que el joven e inhibido pintor saliera con una rusa afincada en París, casada y sexualmente desvergonzada, constituía todo un escándalo. La primera decisión al respecto del padre de Dalí, fue cambiar su testamento: Salvador recibiría el mínimo prescrito por la ley, y el resto sería para su. En señal de protesta, Dalí se rapó la cabeza y se casó con Gala en 1932.
Gala, a pesar de la “salida- no salida” del closet de su marido, no se separó de Dalí hasta su muerte, en 1982.

Dante Alighieri y la falsa moral de Beatriz Portinari
El amor imposible de Dante fue Beatriz Portinari a quien inmortalizó en su obra: La Divina Comedia y en sus sonetos de la Vita Nuova. No se sabe con precisión si ella inspiró el infierno, o el purgatorio, lo que si se cabes, es que Dante nos descubrió una nueva forma de amar, sin egoísmo, sin correspondencia, sin esperanza.
Beatriz contrajo nupcias con un rico banquero y Dante buscó consuelo en el maravilloso mundo de la poesía, dando rienda suelta a su imaginación, produciendo nuevas rimas, todas ellas reflejando el amor que sentía por su dama.

Los jóvenes florentinos difundían las poesías de Dante, al recitarlas en las reuniones y, Beatriz al escucharlas se reconoció en ellas. Ella, dama virtuosa y además casada, se sintió lastimada en su dignidad, por ser la inspiración de un amor insano y, desde entonces, cuando solía encontrarse con Dante, aquel breve saludo con el que contaba el poeta para iluminar su existencia, le era negado. Las congojas de Dante no terminarían ahí, poco tiempo después Beatriz cayó enferma, contagiada de la peste negra, y en 1290, la muerte hizo acto de presencia y el fiel enamorado sólo pudo seguir de lejos el cortejo, acercándose a la tumba de la amada cuando todos se habían retirado.
En “La Divina Comedia” pide a Beatriz que le conduzca a su lado:
—Beatriz, guíame hacia el paraíso, ya que Virgilio ya cumplió su misión.
Nuestro amor no es terrenal, porque este sentimiento es tan inmenso que no lo supera el amor de Dios por la humanidad.
Hamlet y Ofelia
Hamlet es una de las obras de madurez de William Shakespeare, Ofelia, quien había tenido una relación afectiva y amorosa con Hamlet en tiempos anteriores, es obligada por su padre y por su hermano a que termine con dicha relación por unos chismes.

Hamlet reacciona con furia, enloquecido, diciéndole que se vaya a un convento. Más adelante, en una discusión con su madre, Hamlet mata accidentalmente a Polonio, quien estaba oculto detrás de un tapiz. En un arrebato de ira, el príncipe había pensado que quien estaba oculto era el rey Claudio.

Entonces, aparece un espectro y habla con Hamlet, pero la reina no lo puede ver ni escuchar. Entonces,Ofelia, con su salud mental seriamente afectada por el asesinato de su padre, muere ahogada en un río.
La querida de Zeus y la suegra alcahueta
El gran rey de los cielos, el muy poderoso Zeus estaba realmente enamorado y buscaba en todo momento la ocasión de encontrarse con su amada Sémele, esa tarde como prueba de su afecto, le juró amor eterno en una paraje del río Estigia y realizó con sus perfumadas aguas una significativa y mágica ceremonia.

Escribió en la arena de la playa una declaración en la que decía que a partir de ese momento no existiría ninguna otra mujer para él y que siempre satisfacería todos sus deseos y cubrió de lirios la sentencia, como símbolo de amor para su dorada princesa.
Pero, la verdad, Sémele era la otra, una moralucha querida, el gran Zeus estaba casado con la muy poderosa Hera y ésta al enterarse del juramento que había hecho su esposo, no dudó que tenía que intervenir de inmediato. Hera celosa de Sémele, la convenció de que pidiese a su amante que se mostrase a ella en todo su esplendor.

Para complacerla Zeus apareció rodeado de rayos y truenos. Uno de los rayos fulminó a Sémele. Como ésta solo estaba embarazada de seis meses, Zeus arrancó al niño, aun vivo, del vientre de su madre y Hermes lo cosió dentro del muslo de Zeus para que completase la gestación. Por este motivo Dionisio es llamado el nacido dos veces.

Más tarde por instigación de Hera, Dionisio es descuartizado y hervido en una caldera por los Titanes. Pero su abuela Rea unió sus restos y le devolvió la vida. Zeus entonces escondió a Dionisio disfrazado de mujer en la corte del rey Atamante. No consiguieron engañar a Hera que volvio loco a Atamante. Por fin Dionisio fue transformado en cabra y dejado al cuidado de las ninfas.
Entre primo y primo, más me arrimo: Edgar Allan Poe y Virginia Clemm
Edgar Allan Poe se casó con su prima Virginia Clemm.
«Las lágrimas me ciegan mientras le escribo esta carta y no deseo vivir ni una hora más. (…) Mi peor enemigo me tendría lástima si pudiera leer mi corazón. Mi último asidero en la vida, el último de todos, se me escapa. No tengo ningún deseo de vivir y no viviré. Pero he de cumplir mi deber. Amo, usted lo sabe, amo a Virginia apasionadamente, devotamente».
Contrajeron matrimonio el 16 de mayo en 1836, cuando Virginia tenia 13 años y Edgar 26. Para poder casarse falsificaron la fecha de nacimiento de ella. En 1842, su esposa atravesaba una etapa crítica de su enfermedad, tuberculosis, sumado a que eran muy pobres y solo poseían una manta y una gata para proporcionarle calor.
Cuando alcanzó la cumbre de su fama tras la aparición de «El cuervo». Dos años después murió Virginia. Poe consume alcohol, opio, huye, se evade y muere.
Idilio entre maestro y pupilo: Camille Claudel y Auguste Rodin
Camille gana el premio de Roma de escultura y se va a Italia, y tiene como profesor al escultor August Rodin. Camille se enamora de Rodin al poco de conocerlo. Y a él ella le deslumbró. Pero no sólo fue su belleza, le fascinó su obra. Nada más ver sus yesos descubrió en ella un alma gemela, alguien que como él vivía por y para los perfiles.

Alguien que, como él, se zafaba del academicismo para liberar las figuras, dotarlas de movimiento y emoción, transformando poses clásicas en nuevas formas de poderosa vitalidad. Rodin tenía en ese momento cuarenta y tres años de edad y Camille sólo diecinueve. La única mujer entre sus alumnos, Camille, rápidamente se convirtió en objetos de guiños y sonrisas, desde entonces, su talle, sus formas, pronto fueron reconocibles en sus esculturas, para escándalo de su familia. Antes musa que modelo y amante.
Luego, Robin se dedicó a trabajar para el gobierno y la hizo a un lado.
Camille se volvió cada vez más arisca. Participó en varias exposiciones de galerías importantes pero no salía de su cuarto, donde se dedicaba a esculpir encerrándose en su casa con sus gatos, y con llave puesta en las puertas y ventanas, en acto de inaudita desesperación.
Empezó a tener problemas con las galerías al no entregar las obras. El problema no era que no las realizara sino que una vez acabada la escultura la destruía. Comenzó a sentir miedo, apenas comía por temor a ser envenenada y destruyó a martillazos sus propias obras. Una semana después de la muerte de su padre, fue arrastrada fuera de su apartamento e introducida en una ambulancia. Su madre, había firmado los papeles para su internamiento en el sanantorio para no manchar la reputación que se estaba creando su hermano en la diplomacia.
“Tras apoderarse de la obra realizada a lo largo de toda mi vida, me obligan a cumplir los años de prisión que tanto merecían ellos…”. Estas palabras fueron escritas por Camille Claudel al cumplirse el séptimo año de lo que ella misma calificaba como “penitencia”, su internamiento en un manicomio. No obstante, en su primer día de ingreso, el doctor Truelle, que la atendió le diagnosticó “manía persecutoria” y “delirios de grandeza”. Se creía víctima de “los ataques criminales de un famoso escultor”.

Odiaba profundamente a Rodin y llegó a escribir mostrando claramente como la pasión se había tornado en odio: “En el fondo. todo eso surge del cerebro diabólico de Rodin. Tenía una sola obsesión: que, una vez muerto, yo progresara como artista y lo superara; necesitaba creer que, después de muerto, seguiría teniéndome entre sus garras igual que hizo en vida”.
Amor de lejos, amor de Franz Kafka y Milena Jesenská
No son justos aquellos que suponen a un Kafka siempre sufrido y en penumbras. El hombre tuvo sus momentos de alegría, risas, deseos y placer.

Con no poca frecuencia tomaba sol desnudo en el jardín de su casa, al igual que la opción vegetariana en las comidas, era una de sus aficiones; de tanto en tanto, además, frecuentaba las tabernas de Praga, donde bebía y dialogaba con almas perdidas como la suya.
En una de esas, Kafka se enamoró de Milena Jesenská. El amor del escritor por ella era el más grande y, por eso mismo, el más imposible. Kafka tenía treinta y seis años cuando conoció a Milena; ella tan sólo veinticuatro. Es Milena la que inicia la relación al ofrecerse, por carta, como traductora de su obra al checo (Kafka escribía en alemán).

La misiva es respondida y la correspondencia crece. Alrededor de dos años duró la relación fraternal y amorosa entre ambos. Pero salvo unos pocos encuentros esporádicos en Viena, el vínculo se desarrolló básicamente por vía epistolar. Fue un amor reducido por la timidez de Frank, un montón de cartas a Milena y nada más, nunca le tocó ni un codo.

Sandro Botticelli y Simonetta Vespucci


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