domingo, 31 de enero de 2016

El atracador atracado (Micro relato) ( 7 / 06 / 2013 )


Ya era tarde y yo estaba en el lugar equivocado, o al menos,  eso pensé cuando el vendedor de agua e´ bolsa postró su tobo entre mis piernas, se hincó con su voz corroída por tanta guerra y me dijo a mí, precisamente a mí: “Mira mamita” –pausa para pulirse los dientes-  “¿Vos vei’ ese coño que está allí en la puerta? –Ahora sí que lo veía… Emparamado de calle y con pies inquietos sobre los escalones oxidados de la buseta- “Bueno mija, ese mardito es malandrito y ve, te tiene pilla’ desde Ziruma… Te va atraca’ pa’ quitate el blazberry, ya te lo dije”, mi nuevo informante agarró su macundal y continuo la jornada.
Ya era tarde y yo estaba en el lugar equivocado. Él, el hombre de los pies inquietos, con la alteración propia de quien escucha lo indeseablese desdibujó un rostro en el que ya no cabían dudas: la boca se le paseaba por la cara con hastío, mientras los parpados brincaban cardíacos cubriendo la anchi larga pupila; Guaicaipuro, Camejo y Miranda se agarraron con todas las uñas a mi cadera, Bretón gimió junto a lo sublime y todas sus copias al lumbar, mientras un colao amargo de pavores e inocencia se me esmollejaban entre las venas. Ya era tarde y yo estaba en el lugar equivocado. Me levanté frente al supuesto choro, le cogí por los hombros como quien le sacude la mugre a cualquier trapo, y le imperé con una mezcolanza de llanto y susto -“Espero, que lo único que me robes sea una sonrisa”.
Sin chance a chistar respuesta, su boca tomó pausa para malversar una risita obscena entre cicatrices. Era tarde, pero ya era el lugar indicado. Una parada prematura propició mi huida nerviosa y criminal, con mi nuevo e inempeñable botín, su sonrisa, y sus malas intenciones ensuciándome las manos.
 Fabiana Fuentes

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