24 / 03 / 2012
¡Me vas a decir que no te diste cuenta! Cuando el sudor molesta más de lo normal, se pone asquerosito con los insectos y texturas curiosas, o agarró la maña de saludar con la mano flocha como si se tratara de una extremidad sumida en la delicadeza del buen tacto ¿No te levantó sospecha? Los pantalones pitillos y el particular gusto por las tallas minúsculas que le resaltan la figura, o la sobadera y risita suelta con sus “camaradas” tras dos o tres tragos… ¿No? ¿Nada? ¿Ni la más mínima? O la miradera buza de las puntas traseras XY, y que las féminas le pasasen como elemento cualquiera frente a sus narices, mientras tú festejando porque “te respeta” pero ni se emociona cuando andas en minifalda. El refinado vocablo que le rehúye al “voseo” repleto de mandibuleo, los reproches de jeva, la postura de la cuerpa agarra un “song” entre queja y baile, las speedo chiquititos cuando se va a la piscina, las visitas continuas al salón de belleza y su fácil relación con los peluqueros… Son puntas filosas y claritas que gritan ¡Estoy fuera del closet querida, déjame libre!
Entiendo claramente que hay unos que ni se les nota, y hasta serio se ve en sus cosas, pues bien se sabe que la preferencia sexual es un aspecto de lo privadísimo… Hasta que se trate de tu esposo.
Siempre habrá aunque sea una expresión que lo deje en evidencia, incluso, el cliché de hacer las típicas bromas de “loca de armario desatada” son aspectos levanta parabólicas en la caza del encapote, una excusa más para mostrarse en su habitad natural sin que la sociedad lo apunte. Así que niña, si tres de estos puntos te hicieron curvar la ceja, comienza la etapa de análisis… que lo que viene es ¡Bueno!
El amor atonta… Pero no apendeja.
Fabiana Fuentes
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